jueves, 5 de marzo de 2009

* Oscar Alemán


Los primeros veinte años de la biografía de Oscar Alemán se leen como una historia de Dickens o Twain con héroe infantil, pero negro. Miseria en el Chaco, donde nació, en 1909; desgracias familiares en Buenos Aires -muerte de la madre, padre suicida, separación forzada de sus hermanos- que lo obsesionaron para siempre, y fuga hacia Brasil, a crecer de golpe, unos días boxeando por monedas y otros bailando o tocando el cavaquinho en las veredas de Santos.
Lo único feliz que le ocurrió en su adolescencia fue encontrar a Gastón Bueno Lobo, con quien se asoció en un dúo de guitarras unido por varios años, hasta que Harry Fleming, combinación de tap dancer, aventurero y gigoló, los incorporó a su espectáculo para una interminable gira por Europa donde finalmente se separaron en 1931, con Oscar abordando el tren a su gloria francesa protegido por Josephine Baker.
Siempre con un pie en Pigalle y el otro en el Hot Club, nunca fue más que un personaje simpático de la noche parisina, vacilante al punto de rechazar un lugar en la orquesta de Ellington por lealtad a la Baker, abandonarla poco después, hacerse notar en buenos discos de jazz y robarle escenas a Georges Rigaud en un film menor, pero sin decidir en qué rubro quería asentar su creatividad, una dispersión que le permitió a Django Reinhardt elevarse como gran referente de la guitarra en la Europa de preguerra.
En 1940 llegaron los nazis y Alemán entendió que con semejante apellido, negro, latino y especialista en música prohibida lo prudente era partir. Un episodio de destrucción de sus guitarras al intentar cruzar la frontera española y el miedo de comenzar de cero en Estados Unidos le hicieron elegir como destino Buenos Aires, donde debutó con su "Quinteto de swing" en mayo para permanecer como uno de los números bailables más populares hasta la caída de Perón y el surgimiento del rock and roll, sucesos simultáneos, aunque sin relación entre sí.
Durante esa prolongada vigencia, por culpa de su arrogancia, falta de rigor y un temperamento insufrible, terminó por convertirse en un solitario dentro del jazz nacional, despreciado como payaso de confitería al que por demagogo y vanidoso debía negársele hasta el reconocimiento de su talento incuestionable. Murió en 1980, una década después de reaparecer como un frágil fantasma lleno de resentimiento, emotivo, hosco, inestable pero todavía capaz de ejecuciones exquisitas arruinadas a veces por el exhibicionismo burlón detrás del que siempre escondió sus angustias.
El gran evento de esta minirreivindicación del arte de Oscar Alemán, tanto en el jazz como en la música brasileña, son los tres discos de precio intermedio, horrible apariencia pero excelente sonido, que recuperan más de la mitad del centenar de piezas que registró para el sello Odeón entre 1941 y 1957. Clásicos inevitables y también muchas placas de pizarra olvidadas -un extenso "Saint Louis Blues" de 1953 es para considerar entre lo mejor que tocó en su vida- se acumulan como pruebas irrefutables de esas cualidades de improvisador que ya nadie discute, también de su irresistible estilo vocal, un sentido del humor que en las grabaciones permanecía bajo control y lo eficaz del contexto instrumental que prefirió a lo largo de su carrera: pequeñas orquestas con predominio de violines y otras guitarras.
segun dicen , se llegaron a juntar Django Reinhardt, y hacer duelos de guitarra, todo un lujo para estas tierras, mas adelante atahualpa yupanqui, entraria ala europa continental (francia), de la mano de la "mome", EDIT PIAF................... y esa es otra historia.

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